Amar, trabajar... disfrutar

13/05/2021

Teresa Orihuela Villameriel. Directora Técnica Fundación INTRAS

No conozco una definición sobre lo que es la salud mental más inspirada y lúcida que la frase atribuida a Sigmund Freud en el verano del 39, cuando un periodista le preguntó qué era para él una persona sana, madura e integrada y este le respondió: “Una persona capaz de amar y trabajar”. Esta frase plenamente vigente tal vez podría adaptarse al gusto de nuestro tiempo si añadimos a amar y trabajar el verbo disfrutar como acompañante necesario a un querer sano y a un trabajo dignificante que va más allá de una mera actividad de subsistencia, y más aún si consideramos el rol que ha adquirido el ocio y tiempo libre en las sociedades actuales.

Comprender dónde radica la importancia de la salud mental requiere huir de las concepciones estrechas y obliga a una mirada amplia y transversal de este concepto. Salud mental no es sólo lo que necesitan los otros, una parte minoritaria y con especiales dificultades. Salud mental es, como señalaba el Relator Especial de la ONU Dainius Püras, un derecho humano de todas las personas y añade y no un lujo. La Salud Mental es un imperativo de la salud mundial, como así además lo considera y promueve la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible.

Abordar la salud mental desde este enfoque es un objetivo complejo y de una escala abrumadora. Coexisten formas muy distintas y en ocasiones contrapuestas de entender la salud mental, con la dificultad añadida de que todas ellas pretenden ampararse en la evidencia científica, que no es ajena a los desequilibrios del poder, que en este caso y como señala igualmente el Relator Especial está del lado del modelo biomédico. Este modelo responsable indiscutible de importantes avances requiere también la revisión de algunas prácticas claramente coercitivas y de la medicalización de las dificultades normales de la vida diaria como son el desánimo, algunos comportamientos disruptivos o la ansiedad normal.

Parece que de manera paulatina otras formas alternativas de cuidado de la salud mental van adquiriendo mayor consideración y peso, como son la psicoterapia, otros tratamientos psicológicos y sociales, y además comienzan a considerarse clave en las políticas el abordaje de los determinantes para una mala salud mental como son la pobreza, la injusticia, las desigualdades o la violencia. En toda esta compleja realidad se presenta como un reto esencial el reparto de recursos de forma equitativa que no igualitaria, y que supone dar más apoyo a quien más lo necesita.

La pandemia del Covid 19 ha señalado, de forma dramática, nuestra vulnerabilidad esencial como seres humanos. Nos ha forzado a aceptar nuestras limitaciones y la interdependencia con otras personas para la cura y el cuidado. En este nuevo escenario, las demandas en las consultas de salud mental se han incrementado como indica la OMS, con la dificultad añadida de una financiación que es estructuralmente escasa y que tan sólo destina un 2% de los presupuestos nacionales.

La salud es también un factor clave en la sostenibilidad económica de las poblaciones. Datos previos al COVID-19 consideran en torno a un ‎billón de dólares las pérdidas anuales de productividad económica causadas por la depresión y la ‎ansiedad y por otra parte algunos estudios revelan que cada dólar gastado en tratamientos de la depresión y la ‎ansiedad generan un retorno de 5 dólares. Dar a la salud mental la importancia que merece como un determinante de la sostenibilidad de las sociedades requiere un enfoque dual, de forma que en las políticas y actuaciones se integre la perspectiva de la salud mental a todos los niveles y en todas las fases como una transversalidad o mainstreaming de salud mental y las políticas y actuaciones específicas en materia de salud mental.

Este enfoque es inexistente en la actualidad y lleva a una proliferación de acciones y programas que no hacen otra cosa que poner parches a un sistema de vida que no promueve ni le preocupa de forma planificada el bienestar de todos los ciudadanos. Cuidar la salud mental no sólo se hace con campañas de gestión emocional en pandemia para profesionales o pacientes, o con talleres de mindfulness en el trabajo, es actuar de forma transversal y planificada en la lucha contra los determinantes estructurales que afectan al bienestar de las personas. No hacerlo tiene costes elevadísimos en términos de sufrimiento personal y pérdidas económicas.